Thursday, July 25, 2013

Capítulo II.- El profe de mitología griega


-                El profe de Mitología está cañón –me dice Silvia mientras tomamos café en el patio de letras.
   Hoy ambas empezamos el cuarto curso de filología clásica. A Silvia la conocí en primero y desde entonces somos buenas amigas. Ella sabe lo pervertida que soy y siempre me habla de lo mismo (porque cree que me da vergüenza). Soy yo la que tiene que hablarle de otro tipo de temas constantemente.

   La causa de que Silvia haya dicho eso del profesor es que vamos a empezar hoy esta asignatura y, con lo chismosa que es la chica, no me extraña que se le haya ocurrido hablarme de eso.
-                No creo yo que sea para tanto, Sil –sopeso mientras le doy vueltas al café frío. A mediados de septiembre no apetece mucho beber caliente.
-                ¡Que sí, mujer! ¡Es el hombre más atractivo que he visto en toda la uni! –exagera mientras vamos a clase. Somos de las que se toman los diez minutos de cortesía muy a pecho.
-                Sí, sí. –Ya le he contado esta mañana lo de Baco69 y de lo bien que me lo pasé. Aunque llevo dos semanas intentando coincidir con él sin éxito, seguiré intentándolo.
-                No me des la razón como a las locas, Minerva –me sermonea. Sólo usa mi nombre completo cuando se enfada.
-                No lo hago, Sil –me rio de ella; y le doy un codazo cuando veo un hombre que sí vale la pena.− Mira, eso sí es estar cañón –le señalo el tipo que pasa.
   Ni alto ni bajo, moreno de piel y fuerte bajo la camisa de lino blanca. Piernas no demasiado delgadas vestidas con unos tejanos y con calzado deportivo-formal. Facciones duras pero no demasiado enfadadas. Ojos oscuros tras unas gafas de montura simple. Media melena peinada lo justo y de un color castaño oscuro casi negro, sin canas. Nariz recta y labios sensuales… Quiero saborearlos.
-                Creo que me he enamorado –reprimo un suspiro; Silvia se ríe por lo bajo cuando el hombre pasa y lo escaneo. Qué culo. ¡Qué paquete! Me va a dar un ataque.
   Y Silvia se sigue riendo, esta vez a carcajadas.
-                ¿Pero a ti que coño te pasa? –me cabreo.
-                ESE es el profe de mitología, Mine –se parte. La vergüenza no es algo que me caracterice, pero ahora sí que me afecta. ¡He mirado al profe como si me lo comiera! ¡Y encima me ha sonreído! ¡Qué vergüenza!
   Rápidamente entramos en clase tras él y tiro de Silvia hacia la última fila, en la parte más alta de la clase. Tierra, trágame. Seguro que el profe ahora se está riendo de mí. ¿Por qué yo? Si como mínimo no me hubiese devuelto la mirada…

Al final de la clase, el profe, que se llama Julio del Valle, me pide que me quede unos minutos para hablar. Ojalá Silvia se vaya lejos. No quiero oír sus risas.
-                Disculpe mi falta de respeto de antes –empiezo la conversación.
-                No ha sido culpa tuya, para nada… −Su voz es profunda y ya me imagino cómo podrían ser sus gemidos. ¿Por qué seré tan pervertida?
-                Minerva López –me presento.
-                He oído hablar de ti –sonríe, creo. Soy incapaz de mirarlo a la cara. Estoy demasiado centrada en la hebilla de su pantalón, en forma de cabeza de carnero con una corona de hojas de parra. No puedo escapar de un extraño dejà-vu que me persigue: Baco69. No puede ser.
-                ¿El profesor Márquez? –intento seguir la conversación.− Supongo que le habrá dicho algo…
-                Básicamente que te interesa este tema –confiesa. Me entrega un libro de mitología que llevo tiempo buscando.− Es de mi colección personal.
-                Gracias –admito.
-                ¿Por qué me miras el paquete, si puedo saber? –A la mierda el buen rollo.
   Lo miro y veo la diversión en su cara. No puedo aguantar que sus ojos me observen así y vuelvo a agachar la cabeza. Creo que con mirar los botones de su camisa basta. Qué bien huele… Me muerdo la lengua e imagino que es gay. Sí, eso bastará de momento. Es gay. Es gay. El profe es gay. No le tires los trastos, Mine…
-                Sólo estaba mirando su hebilla, profesor –admito.
-                Con Julio basta, Minerva. –Mi nombre suena demasiado bien si lo dice así, casi como si fuese una palabra que se susurra en la cama. ¿Acaso no se da cuenta de lo que me está haciendo pasar?− ¿Y bien? ¿Qué te parece? –dice mientras apoya la mano en el cinturón. El pantalón se le baja lo justo como para parecerme aún más sexy. Es gay, es gay, es gay… No……
-                ¿El qué? −¿Se le ha puesto dura o me lo ha parecido a mí? Es gay, es gay, es gay, es gay,…
-                La hebilla, mujer –se ríe, y vuelvo a mirarlo. Quiero comérmelo enterito…
-                Pues lo cierto es que conozco a alguien que tiene una hebilla idéntica –me explico.− Por eso la miraba, Julio.
-                Qué coincidencia, ¿no? –Y me toca un hombro con suavidad. La puerta está cerrada y todo el mundo se ha ido a comer. No…. No quiero que estemos solos aquí o acabaré atacando al profe…− Relájate –me pide.− Estás muy tensa. –Esos ojos. Quiero que me siga mirando así. ¿Por qué tenía que pasarme esto? Tendría que haberme tomado algún sedante más en casa.
   Poco a poco, Julio baja su mano hasta mi muñeca y me la sujeta con suavidad para llevar mi mano hasta la hebilla. No soy un animal. No soy un animal. Y sin embargo quiero agarrarle el paquete y besarlo. Quiero que esos ojos me sigan mirando así; quiero que cierre la puerta con llave y me folle aquí mismo… Pero hoy no. Tengo que controlarme. No puedo intoxicar así a la gente.
-                Lo siento, tengo que irme –confieso, y me aparto de él. Las pupilas de Julio, poco a poco, van adquiriendo su estado normal. Parece mentira que estar tan cerca de él ya haya funcionado. Siempre me pasa igual, desde los dieciséis. No puedo quedarme a solas con un hombre.

Son las tres de la mañana y ya no queda nadie en el grupo de Facebook. Espero que Baco este conectado...
-                ¿Baco?
-                Dime, Mena.
-                Llevas días sin pasarte por aquí.
-                Cierto, te apetece jugar hoy a algo?
-                ¿Alguna idea?
-                Algunas... Muchas XD
-                XD
-                Pero antes dime... No tienes alguna anécdota hoy?
-                Pues no exactamente pero me ha pasado algo curioso...
-                Curioso?
-                Sí. Conozco a un hombre que tiene una hebilla exacta a la que tienes.
-                La cabeza de carnero con corona de hojas de parra?
-                
-                Me sorprende que te fijases.
-                Es curiosa XD
-                También me sorprende que alguien lleve la misma...
-                Pues es una copia exacta.
-                ...
-                Pasa algo?
-                No, nada... Te apetece satisfacer hoy una fantasía mía?
-                Adelante −Tengo mucha curiosidad.
-                Tienes consoladores? −¿En serio?
-                La duda ofende XD
-                Cuántos? −Rápidamente reúno mis juguetes sobre la cama y les hago una foto de grupo. Diferentes tamaños, colores y tipos. Me encanta coleccionarlos y más cuando me vienen con las revistas.
-                Quiero que me agregues como amigo y hagamos un videochat, Mena. Quiero verte en directo.
-                Vale −Y lo agrego antes de enviarle por privado la foto de mi colección.
-                Se me ocurren muchas cosas con tanta variedad −me dice por privado ahora.− ¿Tienes una máscara que ponerte para hablar?
-                Sí −De todas formas ya pensaba ponerme mi mascara de Catwoman.
   Mientras me la ato, me miro bien. Ha valido la pena comprarme el conjunto de encaje turquesa.
   Es él el que me manda invitación al videochat y me pongo nerviosa. Cuando la acepto, puedo verlo con una camiseta de tirantes en una habitacion oscura. Lleva un antifaz rojo de diablo y sus labios sonríen al verme.
-                Estás muy guapa −me dice, con esa voz profunda y de matices sensuales que ya he escuchado antes. Ahora puedo apreciarla mejor.

-                Gracias −me avergüenzo.
-                Quiero que hagas todo lo que te diga, ¿podrás?
-                Sí.
-                Llámame "amo", Mena.
-                Amo... Haré lo que me diga −Esto me pone. He hecho de sumisa alguna vez pero nunca he llamando a mi amante "amo".
-                Tócate. Quiero ver cómo te lo haces. −Y obedezco.
   Sus ojos oscuros me escanean por completo mientras abro las piernas para que me vea bien. Me quito el sujetador y empiezo a masajearme las tetas.
-                Enséñame como se te ponen duros los pezones −Y me los pellizco poco a poco mientras su mirada me produce un hormigueo caliente y húmedo entre los labios.
   Él se quita la camiseta y se aleja para que lo vea en tejanos. Tiene una piel morena que me pone cachonda y veo que se le pone dura bajo esa hebilla satírica.
-                Quítate el tanga y ábretelo bien para que pueda verlo. −Y eso hago.
   Me quito el tanga sin levantarme y separo bien los labios con dos dedos. Me encanta que me mire así; quiero que me mire más. Me chupo los dedos de la otra mano mientras él se baja los tejanos. La tiene dura pero aún puede crecerle más, seguro.
-                Coge una polla que sea como la mía y chúpala −me ordena.
   El juguete que más se parece es el XL realista y empiezo a hacerle una mamada mientras mojo mis dedos en la humedad de mi coño. Me encanta ver que se le pone más dura mientras me meto el enorme juguete en la boca. Me cuesta tragarlo pero no me importa atragantarme mientras me meto los dedos dentro. Me encanta.
-                Tengo algo para ti, Mena −me dice mientras se la pela. Ya la tiene gorda y palpitante como el otro día.− Dime que quieres que te folle y eso haré.
-                Quiero que me folle, amo −le pido tras quitarme el consolador de la boca.
   Baco deja de tocarse y coge de lo que parece su cama una réplica de toda la zona sexual femenina. Es completamente transparente y cuando él mete dentro lubricante con los dedos siento como si me los metiese a mí.
-                ¿Te gusta, guapa? −me pregunta.− Quiero que te metas el consolador a mi ritmo.
   Mi amo pone mi réplica como si estuviese sentada sobre él, restregándola contra mi coño transparente; e imito lo que hace con mi consolador. ¡Me encanta! Poco a poco lo voy mojando y sigo los movimientos de Baco mientras tantea el agujero con la punta de la polla, caliente e impaciente.
-                ¿La quieres?
-                Sí, amo –le pido.
   Empieza a meterla lentamente mientras lo sigo y gimo. Es tan grande que me duele pero me encanta y me la meto hasta el fondo y veo a través de la silicona los latidos del tronco de Baco. Mi otro sexo lo aprieta y él gime mientras entra y sale de mí sin dejar de mirarme a los ojos. Esos ojos me devoran por completo y no puedo dejas de mirarlo y mirar cómo me la mete a la vez.
   Sin necesidad de cerrar los ojos, sin tener que imaginar nada, puedo sentir sus manos en todo mi cuerpo. Me masturbo mientras él me lleva al ritmo que quiere. Entra tan suave que me encanta. Tengo la piel ardiendo y de verdad que siento como si estuviese en mi habitación. Gimo su nombre y él susurra el mío mientras me da cada vez más fuerte, cada vez más rápido y me besa. Su lengua se apodera de mí; es como una droga. No me importa nada más, no quiero ver nada más. Sólo quiero sentirlo en mí y que me llene por completo. Quiero comérmelo por entero y no dejar nada de él. Quiero que Baco sea mío, quiero que Julio sea mío. Quiero montármelo con los dos en mi cama toda la noche.
-                Lo adoro, dame más –le pido entre gemidos. Ya no estoy en la realidad.− Quiero que me folles más.
-                Te muerdo una teta –me dice, y lo siento como si me pasara. Tengo la piel ardiendo.− Y te chupo los pezones. −¡Más, por favor!
-                Quiero tu lengua; quiero morderte el labio. Quiero agarrarte del pelo y follarte toda la noche, Baco –confieso antes de  llegar al orgasmo.
-                Ábrete  bien –me ordena, y abro las piernas todo lo que puedo mientras me meto el consolador hasta el fondo y miro la polla de Baco en mí mientras me doy más fuerte y aguanto todo lo que puedo.
   Grito sin que me importen los vecinos porque me gusta demasiado como para contenerme. Quiero que él me vea y se corra mirándome como hago yo con él. Aunque ya me he corrido, mi mano se mueve sola y sigo metiéndome el consolador al mismo ritmo que Baco.
-                Voy a llenarte –me dice mientras sigue metiéndomela. Me encanta ver cómo botan sus huevos y cómo llega al fondo de mi réplica a través del material transparente.
-                Lléname toda, Baco –le pido, y se corre dentro del juguete mientras no dejo de mirarlo. Sus gemidos son gruñidos animales que me ponen cachonda. Se muerde en labio y cierra los ojos mientras llena el recipiente y se mancha a sí mismo.
   Cuando me saco el consolador, me noto las piernas dormidas y miro la hora. El tiempo pasa volando con el sexo. Suerte que mañana por la mañana no tengo clase.
-                Mena –me llama Baco, y lo miro.− Te quiero. –Y corta y se desconecta.
-                Y yo –le digo al silencio.
   Aunque esto no es un amor propiamente dicho, siento que Baco y yo tenemos muchas cosas en común. Estoy casi segura de que es un sátiro, como mi padre. Una vez él me dijo que las ménades y los sátiros se atraen por naturaleza.
¿Acaso creíais que lo de ménade lo decía en broma?

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